Desde hace ya un par de años un reducido grupo de vecinos del sector Valle del Lili está protestando por la construcción de la Terminal Sur del Sistema MIO. Pero, a diferencia de lo que uno esperaría, no es por la demora que Metro Cali S.A, ente gestor del sistema, haya tenido en el inicio y el avance de las obras, sino porque no quieren la terminal en ese sitio.
Lo que han expresado, por supuesto no de manera oficial, es que no quieren que por su hoy apacible Calle 42 les vaya a transitar “un montón de esos buses del MIO” ni mucho menos que con la aparición de dicha infraestructura se les vaya a venir “toda esa gente del distrito”. Así inició esta historia, con este tono despectivo hacia el transporte público y los habitantes de los barrios populares del oriente de la ciudad, derivado de ese nocivo clasismo que nos divide.
Al parecer, dado que el motivo inicial de oposición podría sonar un tanto mezquino y que, además, no tendría mucha fuerza jurídica, fue necesario empaquetarlo en una reivindicación más noble que ha ido mutando de manera progresiva: “la defensa del separador vial de la Calle 42 como corredor ecológico”, “la defensa del parque comunitario de los niños”, “la protección del humedal El Cortijo”, “la defensa del patrimonio arqueológico de la cultura Lili”, “la defensa de los derechos de las comunidades raizales”, “el reconocimiento espacial de los saberes ancestrales de los antiguos esclavos”, “la defensa del bosque tropical seco”, “la defensa del ecosistema del río Lili”, entre otros eufemismos y disfraces.
Se podría pensar que la estrategia de los opositores ha sido desviar el foco de atención, relegando el origen del conflicto que no fue otro que la molestia del paso de los buses del MIO frente a sus apartamentos de la Calle 42 y dándole relevancia a una supuesta catástrofe ambiental por la localización de la Terminal Sur del MIO sobre un humedal y el río Lili. Por ello es necesario aportar claridad en algunos aspectos.
Es impreciso afirmar que el proyecto se hiciera a última hora y a escondidas, su formulación se enmarcó en el “Plan Parcial Centro Intermodal de Transporte Regional de Pasajeros del Sur” del año 2011, cuya adopción mediante Decreto 0696 del 2011 afrontó un exigente proceso de cuatro años que involucró aprobación del Concejo Municipal y concertación con la autoridad ambiental regional CVC, a su vez Metro Cali cumplió con todas las exigencias que le hizo dicha autoridad ambiental.
No es cierto que la terminal se vaya a construir sobre el Humedal El Cortijo y dentro de la franja de protección del río Lili, los planos muestran claramente que el proyecto de la Terminal Sur del MIO está a unos 70 metros de distancia del humedal, y a más de 100 metros del río, respetando con creces las franjas de protección establecidas. Tampoco es cierto que la Calle 42 se haya planificado inicialmente como vía local de bajo tráfico, ya el Plan de Ordenamiento Territorial POT del 2000 establecía que era una vía arteria y uno de los principales ejes norte-sur del sector.
Los que compraron sus viviendas sabían desde el principio que en la zona se localizaría una Terminal del MIO, los desarrolladores inmobiliarios, conscientes de que estaban mercadeando el último rincón del sur, se esforzaron en hacérselo saber a sus potenciales compradores en múltiples publicidades.
Por ello, los residentes del sector deben recordar que compraron viviendas en el Área de Expansión Urbana, es decir, el área establecida para el crecimiento de la ciudad, la cual albergará unos 600.000 habitantes, en su mayoría de estratos socioeconómicos medio-alto. Conforme a la actual tasa de motorización, en el futuro dicha área aportará unos 150.000 automotores adicionales que impactarán fuertemente la movilidad. Está claro, si no hacemos algo, en unos años la zona se va a ahogar en ese mar de vehículos.
Así que tenemos que entender que el futuro de la movilidad es el transporte público. El Sistema MIO con sus servicios troncales, pre-troncales y alimentadores, al igual que el Tren de Cercanías y Tranvía Urbano (Tren-Tram) son fundamentales para la movilidad de todos los habitantes de Cali, de su ámbito metropolitano y, por su puesto, de los residentes de la zona sur.
Cabe aclarar que no está en discusión la defensa del medio ambiente, todos somos conscientes de los riesgos del cambio climático. Pero de igual manera se debe ser honesto y reconocer que la ciudad en si misma genera cierto nivel de impacto, por ello la trascendencia de la decisión que se tomó en el POT con respecto a qué es suelo urbano (cuál es la ciudad de hoy y hacia dónde va a crecer, incluyendo sus impactos asociados) y qué es suelo rural (dónde no se permitirá el desarrollo urbano), todo ello después de establecer las determinantes ambientales del territorio.
Con el crecimiento urbano, el cual se estableció que se daría en el Área de Expansión Urbana, se requiere satisfacer las necesidades de servicios públicos de los nuevos residentes, uno de los cuales es el transporte público, un servicio público esencial, como así lo estableció la Ley 336 de 1996. Por tanto, la infraestructura de transporte público debe estar donde se necesita, no debajo de un tapete donde a nadie le incomode, su localización estratégica no puede estar condicionada al favorecimiento del interés particular (un grupo de opositores vecinos a la infraestructura), debe prevalecer el interés general (el de todos los ciudadanos que se movilizan desde, hacia o a través del sur de la ciudad).
Evidencia de la necesidad de la Terminal Sur del MIO es el hecho de que hoy la Estación Universidades, una estación estándar del Sistema MIO, trata de fungir de manera precaria y temporal como una estación terminal, lo cual afecta a miles de ciudadanos diariamente. La Estación Universidades hoy está colapsada pues debe atender unos 70.000 pasajeros diarios cuando su capacidad real después de varios ajustes es de apenas la mitad, sin olvidar que se diseñó inicialmente como estación estándar con una capacidad mucho menor.
Preocupa que haya quienes pudieran estar enarbolando las banderas ambientalistas para disfrazar la defensa de intereses particulares de otra índole. Un verdadero ambientalismo debería estar discutiendo la existencia misma de gran parte del Área de Expansión Urbana si se tiene en cuenta que al interior de la ciudad hay todavía una enorme oportunidad de generar vivienda mediante renovación urbana. Ni que decir del conveniente silencio que guardan todos con respecto al barrio Río Lili, asentamiento de desarrollo incompleto de origen informal con más de 100 predios localizado dentro de la franja de protección del río Lili entre la Calle 20 y la vía Cali-Jamundí, contiguo a la zona a la que nos estamos refiriendo.
Es más, si fuera el caso, un ambientalismo profundamente crítico y reflexivo estaría cuestionando la localización misma de los proyectos multifamiliares de vivienda que se desarrollaron de manera formal en las cercanías de la cuenca hidrográfica del río Lili a una distancia incluso menor a la que se localizaría la Terminal Sur del MIO.
Pero claro, el problema es que es justamente ahí donde viven parte de los preocupados ambientalistas e indignados líderes sociales. Vaya paradoja.
Carlos Alberto González GuzmánNoviembre 27, 2019
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Publicado: Portal La Silla Vacía
Colombia. Noviembre 27 de 2019
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