La gestión irresponsable de la administración de Medellín de aquella época, que se embarcó en un metro sabiendo que no tendría como pagarlo y por ende lo haríamos todos los colombianos, el despilfarro de recursos entre sobre costos y trapicheos de contratos, y la pintoresca visión de un metro multimillonario volando sobre calles infestadas de buses chatarra, son aspectos que sin duda la clase dirigente bogotana podrá imitar con lujo de detalles pues nuestra larga historia demuestra que experiencia no le falta.
No planteo aquí un rechazo categórico a un proyecto que a todas luces resulta necesario para una ciudad como Bogotá en la que viven y malviven cerca de siete millones de ciudadanos, sino una crítica frontal a que decisiones con inversiones multimillonarias como ésta, sigan siendo tomadas no por el exhaustivo y continuado trabajo de expertos en el tema ligados a la administración local, sino por un político en campaña electoral al que al parecer se le ocurre un metro mientras, silbando bajo la ducha, se frota el champú en la cabeza.
La cobertura espacial de TransMilenio (1) es todavía mínima y además adolece de integración tarifaria, dos grandes motivos para seguir invirtiendo en su desarrollo. No obstante, hay quien ya se atreve a plantear que es un “sistema” insuficiente para la ciudad, cuando todavía no hay tal sistema, y lo que es peor, a embarcar a la capital en la aventura de un metro por capricho político, apartándose del esfuerzo que desde hace unos años se viene haciendo por una gestión mas responsable de los recursos.
El problema del transporte en Bogotá, en concreto el del transporte público, no se resolverá con una única línea de metro, que es a lo que cuando mucho puede aspirar la ciudad en los próximos cincuenta años, de la misma manera que no lo han resuelto unas pocas líneas de TransMilenio, dado que esto en nada se parece todavía a lo que debería ser en el futuro un sistema integrado de transporte cuya alta cobertura beneficie al conjunto de la ciudad.
¿Y que tal si esta vez primero terminamos de hacer lo que estamos haciendo bien, y entonces si nos ponemos a ver qué viene después?, resulta más serio apostar por un desarrollo a mayor escala de TransMilenio, tanto en cobertura como en prestaciones, y con el tiempo la evolución del sistema y un seguimiento riguroso del comportamiento de la demanda, nos indicarán con claridad qué corredor reforzar de manera estratégica con un sistema de mayor capacidad como el metro.
Una apuesta decidida por la democratización del espacio viario de la ciudad y una política clara para una movilidad más sostenible, pondrá nuevamente a Bogotá bajo los focos del escenario internacional como en su momento lo hizo la iniciativa del día sin carro. Entonces nos visitarán los ministros de los países “amigos”, cosa que gusta mucho a los políticos criollos, pero esta vez no para ver cómo será la repartición del pastel de contratos, sino para tomar ejemplo de cómo se planifica el transporte de manera responsable en ciudades latinoamericanas, de la misma manera que en los años setenta Curitiba (Brasil) se convirtió en paradigma mundial.
El afán de popularidad de un alcalde, el oportunismo electoral de un presidente, y tanto regionalismo y partidismo manipulador, han sido y siguen siendo el caldo de cultivo para que la improvisación, inseparable amiga de la corrupción, termine por dar al traste con el anhelo de millones de colombianos de hacer de sus ciudades un lugar mejor.
Un dato de interés para todos, solo hay un metro en el mundo que se autofinancia completamente con el recaudo de venta de tiquetes: el metro de Tangamandapio, “…bello pueblo con crepúsculos arrebolados…”; sí, el de Chespirito (2).
Así que es mejor ser honestos y entender que una ciudad que quiere metro primero tiene que tener claro entre otras cosas, no solo con qué recursos va a construirlo y pagar su financiación, sino también de donde saldrán los recursos para asumir parte de los costos de operación imposibles de cubrir con la venta de tiquetes en el caso de sistemas de transporte pesados como el metro. Y sobre todo, pues es mentira que los conejos salgan del sombrero de los magos, saber qué significará esto para el bolsillo de los contribuyentes bogotanos.
Por tanto, a aquellos que con irresponsable fanatismo gritan “¡Si Medellín pudo Bogotá también!”, les doy toda la razón, si Medellín lo pudo hacer tan mal, Bogotá, si no estamos atentos, es capaz de hacerlo peor.
Carlos Alberto González Guzmán
Mayo 12, 2008
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Publicado: Revista DineroEdición Digital, Sección de Opinión. Colombia, Mayo 12 de 2008.+ Enlace al artículo
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(1) "TransMilenio" es el sistema de transporte masivo basado en autobuses de altas prestaciones por vía segregada de la ciudad de Bogotá, Colombia.
(2) "Chespirito" es un programa de televisión para audiencia infantil ampliamente conocido en América Latina.