“El modelo de movilidad que tenemos hoy no funcionará mañana. Francamente, cuatro mil millones de autos de tecnología limpia en las vías del mundo siguen siendo cuatro mil millones de autos y un embotellamiento sin emisiones sigue siendo un embotellamiento. Entonces, si no hacemos un cambio hoy ¿Cómo será nuestro mañana?” Eran las palabras de Bill Ford, bisnieto de Henry Ford, en su conferencia en el evento TED 2011.
Si bien la conferencia estaba orientada, como era de esperarse, a tratar de vendernos la nueva tecnología de conducción inteligente incorporada en los autos de su compañía como la ‘panacea’ a los problemas de movilidad, lo cierto es que en su exposición nos deja algunas frases valiosas. Estas nos vienen como anillo al dedo para analizar la reciente propuesta del Ministerio de Minas y Energía de eximir a los autos eléctricos de cumplir con la actual restricción de circulación (conocida como ‘pico y placa’1) con el fin de fomentar la introducción de dicha tecnología en Colombia.
En lo que respecta a la movilidad en entornos urbanos, es evidente que si hemos de tener un número determinado de autos rodando por nuestra red viaria es deseable que estos sean lo menos contaminantes posible. Desde esa perspectiva la iniciativa en cuestión merece ser aplaudida. Sin embargo, si esta además plantea que los autos eléctricos estarán exentos de cumplir con las regulaciones establecidas para desincentivar el uso generalizado del vehículo particular en nuestras principales ciudades capitales, con el único argumento de que el impacto ambiental de estos es significativamente menor que el de los vehículos convencionales de motor de gasolina, estaremos avanzando por el camino equivocado.
Es fundamental entender que el tema de la congestión de tráfico no es solo un problema ambiental, sino también de uso eficiente de la red viaria, de accidentalidad y de competitividad urbana desde una perspectiva económica. Por ponerlo en términos más dramáticos, cosa que siempre ayuda a entender la real dimensión de los retos a los cuales nos enfrentamos, podríamos decir que el caos de miles de vehículos atascados en la calles, la lamentable pérdida de miles de vidas en atropellamientos y colisiones y la deseconomía de miles de horas laborables desperdiciadas al volante, no son menos graves o más deseables si se trata de sistemas basados en energías limpias. Sin lugar a dudas, este es el escenario al que nos enfrentaremos cuando el número de autos eléctricos ‘indultados’ en las calles crezca de manera exponencial como ya lo están haciendo sus antecesores menos limpios.
Promover la ‘congestión limpia’ no parece una política muy sensata. No obstante, bien vale la pena anotar que la esencia errática de dicha propuesta puede estar relacionada con el hecho de que esta fue formulada desde el Ministerio de Minas y Energía, el cual dado su objeto de trabajo puede fácilmente infravalorar los potenciales efectos negativos que su iniciativa de promoción de energías alternativas pueda tener en la movilidad urbana. De parte del Ministerio de Transporte y en particular de su Viceministro de Transporte esperamos iniciativas más ajustadas a la realidad de la movilidad de nuestras ciudades, un buen ejemplo de ello ha sido su propuesta de que ya es hora de que en Colombia los usuarios del vehículo privado asuman las externalidades negativas que generan a la sociedad en su conjunto, discusión que, por cierto, en el entorno europeo ya se libró desde hace mucho rato.
Así pues, bienvenidos los autos basados en tecnologías limpias y de mayor eficiencia como los eléctricos, siempre y cuando se sometan, como todos los demás, a las actuales restricciones establecidas para dicho medio de transporte. Para el usuario del auto eléctrico ya debe ser suficiente incentivo el que su gasto económico en combustible sea menor respecto al de gasolina. Debe entender que el contaminar menos es una obligación de todos los conductores y que por tanto no amerita un tratamiento preferencial en las calles, pues entre otras cosas continúa ocupando espacio viario de manera ineficiente, potenciando la accidentalidad y contribuyendo a la congestión que afecta la competitividad de la ciudad. Y en concordancia con ello, deberá entender que es justo que sea regulado y que como todos deba pagar por las externalidades negativas que genera a la ciudad.
Para ser justos, es necesario reconocer el loable interés del Ministerio de Minas y Energía por proponer mejoras en el desempeño energético de la movilidad urbana, aunque en este caso su propuesta no haya estado bien enfocada.
Aprovechando su inusitado interés, podríamos pedirle, por ejemplo, que sea el artífice de que por fin la oferta del diésel con el que ya operan muchos de los sistemas de transporte masivo del país y un porcentaje creciente de vehículos privados, se ajuste a los estándares internacionales de 50 ppm de azufre y no sea de 500 a 2500 ppm como actualmente ocurre en muchas de nuestras ciudades, tarea pendiente que no admite más dilaciones. Y si se quiere comprometer aún más, el asegurar la infraestructura necesaria para la provisión de gas natural y energía eléctrica para los futuros sistemas de transporte masivo es otro reto que sigue sobre la mesa.
Esto si sería un gran aporte, mientras lo de acuñar eufemismos como ‘congestión limpia’, que sólo sirven para promocionar de manera indirecta la venta de nuevos productos del sector automotriz, poco aporta al proceso de lograr una movilidad más sostenible en nuestras ciudades.
Carlos Alberto González GuzmánDiciembre 20, 2011
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Publicado: Revista Dinero
Edición Digital, Sección Opinión. Colombia, Diciembre 20 de 2011
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